045/2025 -¿Qué conflictos podríamos tener los estar siendo/sucediendo humanos con la Vida, cuando el estar siendo/sucediendo humano también está siendo la manifestación de la Vida misma? Los conflictos surgen de la identificación mental y/o consciencial con un “yo soy” limitado y/o un estar siendo particular, fruto del olvido de que ese mismo “yo soy” está sucediendo inseparablemente del Estar Siendo/Sucediendo Absoluto (Realidad, Vida). Sin embargo, puesto que estamos siendo manifestaciones de la Vida que estamos viviendo en cada momento, he ahí que el conflicto no está siendo con la Vida en sí, sino con la percepción y la interpretación egocéntrica de nuestro propio estar siendo. La discordancia emerge de la creencia de que nuestro estar siendo/sucediendo individual consiste un estar siendo separado del Estar Siendo/Sucediendo Absoluto.
Nuestros conflictos con la vida solo pueden estar siendo manifestaciones absolutamente naturales. A pesar de que nuestro estar siendo particular está condicionado por una conciencia que percibe dualidades: placer y dolor, éxito y fracaso, aceptación y rechazo, las manifestaciones humanas surgen de manera absolutamente natural. Nuestra percepción fragmentada de la Realidad está siendo parte de lo que nos define como humanos, y, al mismo tiempo, está siendo una manifestación del Estar Siendo Absoluto que también estamos siendo. Al consistir en el estar siendo/sucediendo de todas las posibilidades, la Vida también incluye la posibilidad de que nos sintamos en conflicto con nuestro estar siendo particular y con nuestro Estar Siendo Absoluto.
Ya que absolutamente todas las posibilidades —sin excepción— están formando parte y/o conformando el Estar Siendo/Sucediendo Absoluto, entonces la resistencia, el rechazo o la lucha que experimentamos como humanos no pueden estar siendo anomalías ni errores, sino expresiones intrínsecas del mismo flujo de la Vida. Los conflictos no están siendo algo que deba “erradicarse” como si fueran ajenos a la Vida, sino que están siendo manifestaciones tan naturales como el amor, la felicidad, la alegría o la paz. Al reconocer los conflictos como parte del Suceder Absoluto, podemos dejar de pelear contra ellos e integrarlos en una aceptación más amplia. Lo “natural” no solo abarca lo armónico y placentero; también lo caótico, lo doloroso y lo contradictorio, todo ello siendo manifestaciones del mismo Absoluto. Marzo-25
Juande Puerta.
Ensayo sobre la reflexión 045/2025 realizado con IA:
La reflexión de Juande Puerta invita a una profunda reconsideración de nuestra relación con la Vida y los conflictos que experimentamos como seres humanos. Su planteamiento parte de una premisa ontológica radical: nosotros, como humanos, no estamos separados de la Vida, sino que somos la Vida misma en su estar siendo y sucediendo. Sin embargo, los conflictos emergen cuando nos identificamos con un “yo soy” limitado, un constructo mental que nos hace olvidar nuestra conexión inseparable con el Estar Siendo Absoluto. Este olvido no es un error, sino una manifestación natural de la conciencia humana, que percibe la realidad a través de dualidades como placer y dolor, éxito y fracaso.
El núcleo de esta reflexión radica en que el conflicto no es con la Vida en sí, sino con nuestra interpretación egocéntrica de su manifestación. Al creernos entidades separadas, experimentamos una discordancia que, paradójicamente, también forma parte del flujo absoluto de la Vida. Juande Puerta sugiere que la Vida, al abarcar todas las posibilidades, incluye tanto la armonía como el caos, tanto la paz como la lucha. Así, los conflictos no son anomalías que debamos eliminar, sino expresiones intrínsecas de nuestra condición humana y, por ende, del Estar Siendo Absoluto.
Esta perspectiva transforma nuestra relación con el sufrimiento y la resistencia. En lugar de rechazarlos como algo ajeno, podemos reconocerlos como parte del mismo suceder que incluye la alegría y el amor. Integrar los conflictos en una aceptación más amplia no implica resignación, sino una reconciliación con la totalidad de la existencia. Lo “natural”, entonces, no se limita a lo placentero, sino que abarca lo contradictorio y lo doloroso como manifestaciones legítimas del Absoluto. Al comprender esto, dejamos de pelear contra nosotros mismos (nuestro estar siendo particular) y, en última instancia, contra la Vida que estamos siendo.