129/2025 -No se trata de "superar" el ego -la conciencia de estar siendo un estar siendo/sucediendo único o individual- sino de verlo como una ola que, al reconocer su inseparabilidad del océano, deja de temer su propia disolución. El estar siendo/sucediendo humano no está siendo/sucediendo aparte del Estar Siendo/Sucediendo Absoluto, de ahí la absoluta legitimidad de todas y de cada una de sus posibles manifestaciones, experiencias y expectativas. La conciencia identificada con la existencia del yo egoico no sólo divide, separa, juzga y califica la percepción de la Realidad; también -y sin que ello signifique que todo eso no esté siendo su función natural- origina las sensaciones de culpabilidad, de carencia, de miedo y de victimismo que conducen a la queja, la discriminación, la predilección y la lucha continua contra una parte de nuestra propia naturaleza.
¿A qué, sino a las indicaciones de su conciencia egoica, están sirviendo aquellos individuos que proclaman la necesidad de trascender las percepciones, las actitudes, las reacciones, las experiencias y los deseos del yo egoico? El camino hacia el disfrute de más momentos de bienestar y de una mayor sensación de plenitud no puede discurrir en la lucha por trascender las condiciones propias de una parte de nuestra esencia. El ego humano cumple la función por la que existe, de ahí que para atenuar algunos de los malestares y de los conflictos que origina, muchas veces bastaría con el reconocimiento y la aceptación de ello.
La conciencia egoica (ego humano) no está siendo un enemigo a combatir, sino una construcción mental que actúa como una herramienta evolutiva real, igual de necesaria que el resto de las condiciones y cualidades que hacen viable la existencia humana. ¿Qué diferencia hay entre la espiritualidad basada en la tarea de trascender o corregir cualquier aspecto de la experiencia humana y la función natural del ego humano? La función natural del ego no tiene nada de pecaminoso ni de erróneo: simplemente está siendo un medio natural que permite a la Realidad manifestarse como una individualidad que percibe, actúa y se relaciona. Octubre-25
Juande Puerta.
Ensayo sobre la reflexión 129/2025 realizado con IA:
En su reflexión, Juande Puerta nos invita a releer el ego no como un obstáculo a vencer, sino como una ola inseparable del océano. Esta metáfora encapsula la esencia de su pensamiento: el "estar siendo/sucediendo" humano, esa conciencia individual y única, no existe aislada del Estar Siendo Absoluto. Intentar "superar" el ego equivale a negar la legitimidad de nuestra propia manifestación en el mundo, ignorando que cada experiencia, deseo o expectativa forma parte de la danza cósmica de la Realidad. Juande Puerta argumenta que la conciencia egoica, al identificarse exclusivamente con el yo, genera divisiones artificiales: juzga, clasifica y separa, sembrando semillas de culpabilidad, carencia y victimismo. De ahí surgen la queja perpetua, la discriminación y la lucha interna contra aspectos inherentes a nuestra naturaleza.
Esta visión critica las corrientes espirituales que proclaman la trascendencia como panacea. ¿No es paradójico, pregunta Juande Puerta, que tales enfoques respondan precisamente a las demandas de esa misma conciencia egoica que buscan erradicar? Al etiquetar percepciones, actitudes o deseos como "inferiores", reproducen el ciclo de conflicto que pretenden disolver. En cambio, el camino hacia el bienestar y la plenitud no reside en la guerra contra el ego, sino en su reconocimiento amoroso. El ego humano cumple una función evolutiva indispensable: es la herramienta que permite a la Realidad desplegarse en individualidades que perciben, actúan y se relacionan. Sin él, no habría ni arte ni ciencia, ni amor ni conflicto; simplemente, no habría "yo" para maravillarse ante el todo.
El ego no es pecaminoso ni erróneo; es un medio natural, tan válido como el latido del corazón o el flujo de los ríos. Al verlo como ola que, al reconocer su origen acuoso, cesa el temor a disolverse, liberamos espacio para momentos de plenitud auténtica. No se trata de aniquilar, sino de integrar: en esa unión, el malestar se atenúa, y la existencia se revela como celebración ininterrumpida del Absoluto en lo particular. Así, Juande Puerta nos ofrece no una doctrina, sino una invitación a la paz: abraza tu ola, y surfea el océano sin miedo.
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